viernes, 2 de julio de 2010

Fantasías Románticas (II)


Muerte.

Una misión me encomendé al conocerte, que sigo manteniendo aún mientras te conozco y que mantendré enhiesta mientras dure nuestro mutuo afecto.Sé que hay veces que no controlo emociones, que surgen como tirrentes desbordados tras una tormenta de palabras, tras un huracán de versos, tras un beso prohibido robado de tus finos y dulces labios aterciopelados.Recuerdo aquel día que te dije que era mejor que estuvieras sin mí, pero me sentía frustrado al compartir mi corazón entre otros dos, uno más grande que el otro. Sin embargo, lo hice. Te dejé sola y tu me dejaste marchar, tirada en el suelo, tu corazón desangrandose.No hace mucho que regresé y te encontré acurrucada en un rincón auto-abrazándote, subsistiendo de mi recuerdo, dandóte el cariño que yo nunca te proporcioné en su momento. Ahora cuando cae la lluvia es cuando las gotas de agua aclararon mis ojos y lo vi todo claro. Mis ojos escocían mientras intentaba contener las lágrimas que anhegaban mis ojos y que empujaban mis lacrimales deseando fervientemente surcar mis mejillas. Pero no lo permití.Me agaché a su lado y la miré, sólo una mirada y el mundo entero cambió.Sólo una mirada, dedicada a ella, sólo una mirada, dedicada a él.Enormes ojeras adornaban su bello y fascinante rostro, antaño iluminado de vida. Ojos que lo miraban, brillantes por las lágrimas pero inconscientes. Brazos que se alrgaron para estrecharle contra un pecho que le hacía sentirse así...tan lleno de vida.Agua manchó su camisa, agua prohibida que él no era digno de merecer. Intentó zafarse de aquellos brazos, de aquellas manos delicadas pero ella le estrechó con más fuerza contra sí. Él agradeció el gesto y le devolvió el abrazo. Sabía qué tenía que decirle. Sabía qué tenía que hacer pero no quería hacerlo. Sólo deseaba estar junto a ella, y abrazarla, limpiar sus lágrimas, y besarla y hacer el amor con ella. Pero su deber era protegerla. Eso haría, aunque doliera.La miró fijamente a los ojos, intentando ser lo más inexpresivo posible. Tragó saliva para fortalecerse, sin embargo aquellas lágrimas le desarmaban pero tenía que decírselo y desaparecer. Así era y así sería.-Di lo que yo te diga¿ de acuerdo? Pero absolutamente todo.Empezó diciendo él. Y vio cómo asentía. Su corazón palpitó desenfrenadamente.-"No te amo". "Te odio". "Quiero que te marches, dejáme sola"."Desaparece de mi vida".El corazón de ella estalló en mil pedazos. ¿Qué le había pedido que hiciera?¿La estaba obligando a rechazarle? No, eso nunca.-No...por favor...no...Sólo fue capaz de murmurar. Y rompió a llorar, temblando de miedo porque sabía que él volvería a marcharse.-Dilo. Te odio, no te amo, quiero que te vayas. Dilo ahora.A ella le temblaron los labios cuando los separó para hablar.-Te...te od-odio...Qui-quiero...que te ...mar-marches de aqui...no t-te a-amo...Balbuceó con la voz ahogada por el dolor y las lágrimas que bajaban como cascadas por sus mejillas, furiosa. Él asintió sin inmutarse por las palabras de ella, el rostro infranqueable, una muralla que los separaba, que él acababa de reforzar. Aunque sintiese que su corazón estalla en pedacitos, esparciendose por la sala; aunque sintiese que se moría, todo debía ser así. No podían estar juntos y ella lo sabía pero se amaban, no podían ocultarlo. Con resignación se dirigió hacia la puerta. Ella se levantó. Había dejado de llorar y su rostro esta aún húmedo pero se acercó a él con mirada sombría, firmemente. Le asestó una bofetada que resonó en todos los rincones de la sala. Él la miró, y no la reconoció. Se dio la vuelta y se escapó, protegiéndose de aquella chica, intenándose en la penumbra, su mejor amiga y compañera.Pero ahora ni la penumbra podía ayudarle.Había convertido un ángel, en un demonio.Había transformado la vida, en la muerte.Él era la muerte.

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