viernes, 2 de julio de 2010

Fantasías Japonesas. (I)


Sakura, Sakura.

Satsu dormía plácidamente en el futón de al lado, mientras yo me mantenía despierta, sin apenas haber podido pegar ojo en toda la noche, nerviosa por los acontecimientos del día anterior y los que hoy me esperaban. Desesperada por la acumulación de pensamientos en mi mente me levanté y asomé mi cabeza a través del hueco cubierto con sábanas en la pared, que actuaba como ventanuco. Aspiré el aire frío de la mañana del dos de mayo y cerré los ojos dejando que la brisa suave y fresca revolviera los mechones de mi cabello que caían a ambos lados de mi rostro, después de la atareada noche anterior en el café Setsumono. Sin importarme el tiempo que tardaría después en volver a peinarme suntuosa y bellamente(que serían unas cuantas horas), me deshice de la cinta que sujetaba mi moño típico japonés, dejando que mi melena negra oscura se derramara como pequeñas cascadas sobre mis hombros. Observé el patio desde allí. Estaba cubierto de pequeñas florecillas rosadas. Ya había llegado la primavera, y algunas de las hojas que entorpecían el nacimiento de otras nuevas caían al suelo, rechazadas, mientras que las otras, tan rosadas que hacían daño a la vista, brillaban y se mostraban en todo su esplendor. Mi pensamiento se desvió un instante de la flor del suelo para fijarse en las del cerezo de donde se había desprendido la primera. Me llevé instintivamente la mano al obi de mi kimono, las geishas no nos lo quitábamos para dormir pues costaba mucho trabajo ponerlo, al igual que peinarse, por eso también dormíamos con una especie de almohada henchida y alta, lo que permitía mantener nuestro cabello intacto. Rebusqué en el obi y la encontré. Observé sus pétalos y la apreté contra mi pecho fuertemente. Me sentí aliviada un instante y en mi mente visualicé la imagen de Haru, que me la había regalado ayer mientras caminábamos juntos de regreso a casa. Él era mi vecino. Había visto una flor en el suelo, la había recogido y entre sus manos pareció como si volviese a florecer y, después, la colocó sobre mi oreja.
-Mi pequeña Sakura.
Murmuró mirándome y yo sonreí como respuesta.

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