sábado, 3 de julio de 2010

Colección de Metáforas (I)


Nadie.
Se agazapó en un rincón de su dormitorio, donde gobernaba la absoluta oscuridad, eterna. Mantuvo sus ojos abiertos durante unos minutos, dirigiendo su mirada hacia la puerta sin apenas pestañear. Acto seguido dejó su espalda apoyada contra la pared vacía que se encontraba tras su cuerpo. Estiró las piernas sobre el suelo y cerró sus ojos lentamente. Se permitió unos momentos de paz mientras la música continuaba retumbando contra las paredes y provocando temblores en el suelo. Suspiró, intentando contener las ganas atroces de salir y gritarles a todos que se marcharan. Tampoco le importó demasiado...seguiría siendo invisible a los ojos de los demás. Y es que no eran capaces de ver su silueta, y solo Nadie la acompañaba en sus viajes. Pero a pesar de los esfuerzos de Nadie por ser un buen compañero, ella siguió mustia tirada en la habitación. Nadie lloró por ella. Derramó lágrimas sobre el suelo, inundándolo. Pero ella, a pesar de verle llorar no sintió compasión...su mirada continuaba perdida en aquella peurta entreabierta del dormitorio, y ella no había dejado de pensar en Todo, quedando así en el olvido Nadie.
Nadie sigue vagando por el mundo, de lugar en lugar buscando almas solitarias donde poder anidar, pero cuando encuentra alguna, debe mudarse al poco tiempo.

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