viernes, 2 de julio de 2010

Cuentos (II)


Sayonara Butterfly.

Realmente no sabía bien dónde se encontraba y por qué una masa atrozmente grande de miradas se fijaban en él, algunas curiosas, otras malvadas, otras mentirosas, otras dulces, otras cálidas...y le observaban con tal detenimiento y curiosidad como si no le hubieran visto en la vida. Y aunque le aterrorizada pensarlo, había sido así desde que nació. Siempre había sido el chico invisible, el que todos se olvidaban de sortear en los pasillos de la escuela excusándose con un "perdona, no te había visto", como si él no lo supiera; el chico sin rostro, porque nadie se acordaba de él, tal vez de su nombre, pero nunca de sus ojos ni de sus facciones. Su paraíso siempre había estado nublado. Y es que Keiichi estaba siendo arrojado en el olvido eterno. Pero nunca había sospechado que también había otra persona con su misma situación, nunca lo habría sospechado hasta...aquel día en el auditorio del teatro municipal. La miró mientras actuaba en el escenario, mientras movía las alas como si se tratase de una mariposa, hermosa, liberal, terriblemente...atractiva a la vista. Pero sólo él pudo saberlo. Ella aleteó de nuevo sus alas vaporosas en el aire, rasgándolo con un sonido débil, como su temiera hacer daño al propio oxígeno existente en el ambiente. El acorde final, una cadencia semiperfecta resonó en toda la sala, los acordes primero y cuarto, dieron fin a la obra. Y él quedó con ganas de más. Se levantó y corrió, corrió...corrió...hasta más no poder, pero no había rastro de ella. No...no podían haberse olvidado de ella...no podían haberse deshecho de aquella mirada, de sus alas...No tenían derecho. Pero la mariposa ya había volado lejos de allí, y Keiichi no tardaría en acompañarla.

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