lunes, 23 de agosto de 2010

Cuento. La Extraña.


En toda la ciudad denominan a este personaje como “La Extraña”. Todos la han visto pero nadie se ha atrevido a averiguar qué es lo que esconde dentro. Algunos creen que anda sola en la madrugada, bajo la luz tenue que desprenden las farolas en la calle, y que se detiene frente una casa abandonada. Otros, piensan que simplemente pretende apartar de su lado a grandes y horridos moscardones que zumban en torno a sus oídos, molestando su ambiente gratificante.
Yo supe cómo era ella. Yo la conocí. Yo era “La Extraña”.
Escuchaba lo que la gente de a pie decía sobre mí y mis características, según ellos, peculiares. Lo cierto es que nunca llegué a comprender por qué no llegaron a aceptarme en aquella sociedad de cimientos tan simplemente edificados, que podría barrerlos sin mover ni un solo músculo de los que poblaban mi grueso cuerpo. Y me limitaba a suspirar cada vez que a mis oídos llegaba el eco ensordecedor de algún comentario despreciable dedicado a mi persona. Oh, sí. Esos fueron años de felicidad. Después, la tormenta nubló mi visión de la vida tal y cómo yo la había construido. El fruto cayó antes que sus compañeros. Pero… ¿por qué debía yo ser ese fruto…?
Y miraba a un lado y a otro. Sólo veía miradas. Miradas de asco, de desprecio. Huí desesperada de aquellos que me daban la espalda. De aquellos que me consideraban una rata de cloaca. Me refugié acurrucada entre mis propios brazos. Yo no era capaz de abandonarme. Comprendí que el más fiel compañero es uno mismo y que tu mayor aliada será la soledad. Pero esta es tan gris, que necesitas lápices para colorearla. Yo no acepté los lápices, de hecho, nadie me los ofreció. Sin apenas percatarme, una nube de acero empolvado envolvió mi corazoncito en una capa resistente de frialdad y desconfianza que no deshice nunca, para nadie. Mirada congelada era mi provenir y vivía movida por la angustia que causaba en mí el tiempo que recorría solitariamente. Todo era silencio. Hasta podía escuchar mis propios pensamientos retumbando en mi mente.
Todo fue silencio…hasta que escuché una voz. Un sonido proveniente de algún lugar lejano. Recibí las llamadas de mi nombre una y otra vez. Entonces no tuve más remedio que buscar de dónde venía aquella exclamación. Si era cierto que lograba encontrar a alguien, sería la mayor alegría de su vida. Y estaba en lo cierto. Una figura oscura perfilada por la luminosidad de una sonrisa me esperaba con los brazos abiertos. Me contagió su luz.
-Acompáñame
Susurraba en voz baja. Dulce, aterciopelada, melodiosa. La voz más hermosa que había escuchado jamás. Me acerqué, atraída por el aroma de su aliento y tomé su mano. El cuerpo luminoso la aferró fuerte pero delicadamente, como si yo fuera un cisne, un pequeño cisne de cristal en un gran lago de escarcha que refulgía entre mi mundo anterior, grisáceo y sin vida en el que me había refugiado durante tanto tiempo…durante estos largos años…
Era él. Que acariciaba mi rostro con su mirada y que transportaba mis pensamientos lejos de allí cuando expulsaba su aliento de miel en mi cuello. Él, que con total paciencia me enseñaba a caminar de nuevo. Mi guía en el camino empinado y pedregoso que es la vida. Él.

3 comentarios:

  1. ola!! gracias por agregarte a mi blog, yo tambien lo hice (soy el ojo azul) XD.
    Me he leido el texto de "La Extraña", muy bonito, escribes muy bien!!
    Besos y cuidate

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  2. Qué bien escribes, me ha encantado el texto!!
    Yo algunas veces también me pongo a escribir pero no tan bien como tú xD A ver si un día me decido y publico alguno de mis escritos jeje
    Gracias por hacerte seguidora de mi blog!!
    Nos leemo!! =D

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